Cartas a un estudiante. Primera carta: Una dicha por partida doble

¿Quieres presentarte a la universidad? ¿Estás pensando en matricularte en un curso preuniversitario? ¿No tienes muy claro aún qué es aquello que deseas ser o estudiar?

¿Te gustaría, quizás, recibir orientación vocacional o tener algunas pistas de cómo superar con éxito el examen de ingreso a la universidad pública? ¿O te has preguntado si eso que te gustaría estudiar es lo más acertado?

Si lees los artículos que vienen a continuación tal vez encuentres alguna respuesta o tal vez no, pero sí es muy probable que te surjan nuevas preguntas. El caso es que de estos temas y de otros relacionados trataré en los siguientes artículos. Podría pasar, pues, que, con leerlos, saques algún provecho o, al menos, pases el rato.

No soy eso que llaman un experto en tal o cual tema. Sólo puedo hablarte de mi experiencia personal o, para decirlo con más acierto, desde mi manía por compartir mi experiencia de aprendizaje con todo aquel que desee leerme. ¿Qué otra cosa es enseñar? ¿Existe un mejor modo de aprender? No lo sé. En lo que a mí respecta me gusta que quien trate de enseñarme algo lo haga a manera de chisme, de cotilleo, entable conmigo una relación cordial, y que no se ponga demasiado trascendental. Yo, sin embargo, debo reconocer que no puedo sustraerme, a veces, al hábito de rodear mis palabras de un halo místico que me obligo a suprimir en la medida que puedo. No sé de dónde me sale eso, pero me pasa. Toma vuelo mi pluma, y entonces resulta que se eleva más de lo necesario y comienza a derivar sin rumbo por cielos harto dudosos. Es lamentable. Seguiré insistiendo en mantenerla siempre a una altura moderada y asible.

Se supone que debería presentarme como “educador”, eso da a entender el diploma que recibí en una ceremonia. Aunque “educador” es, por un lado, una palabra enorme para definirme, mientras que, por otro, pareciera no dar cabida a otras cosas que, seguramente, puedo y deseo ser. Porque también me gusta definirme como un aprendedor o como un insistente buscador. Siempre con el signo de la pregunta inscrito en la frente. Como una marca indeleble.

Y es por eso, por ese afán de pregunta, que he sido un obsesivo y gozoso lector. Y también es por eso que me considero un hablador, alguien a quien le gusta contar su historia, los capítulos de ella que le han dado placer y también aquellos que le han dado displacer. Porque hablando de las cosas placenteras el placer se hace más grande, y hablando de las otras, el displacer se convierte en oportunidad de aprendizaje.

De cosas como las anteriores, de mi recorrido por el mundo de la educación y la universidad, de mi debilidad por la lectura y la escritura, de cosas tan inasibles e indefinibles como la palabra vocación, de la alegría de aprender y enseñar -esta alegría y esos dos verbos igualmente indefinibles- y hasta de los exámenes de ingreso a la universidad pública, me propongo hablar. Del sueño de ir a la universidad que alguna vez acaricié como algo imposible y que ahora también tú acaricias, de las indecisiones a la hora de elegir una carrera y también de las decisiones inclaudicables.

Quisiera agregar, a modo de justificación de estas líneas, que mi interés es el de enseñar y aprender. Y que, si aprender es una forma de experimentar la dicha, compartir esa dicha es ya hacernos dichosos por partida doble. Lo ves, ya me puse trascendental, me es inevitable a veces. Pero para serte sincero, tengo otra intención. Me gusta escribir, como ya lo habrás sacado en claro y, por tanto, este artículo y los que vienen se constituyen en una muy buena oportunidad.

Que anheles convertirte en profesional, que hayas decidido comenzar tu viaje por los caminos que ha abierto la ciencia, por las geografías del preguntar y del saber debe ser para ti y para la sociedad motivo de celebración, y tu elección me induce a mirarte con respeto. Creo, además, que los proyectos de los jóvenes merecen poner en acción las energías de la sociedad para que puedan ser cumplidos a cabalidad.  

El mundo necesita artistas y pensadores, científicos y profesionales que sueñen en construirlo. Porque el mundo es una construcción interminable. Y hoy, más que nunca, el mundo, nuestro mundo, necesita de los jóvenes. Nunca antes los cimientos en los que lo hemos construido habían tambaleado tan peligrosamente. Parece que nosotros, tus mayores, no construimos sobre roca. O puede ser que, más que construir juntos un mundo para todos, cada uno de nosotros ha tratado de construirse, egoístamente, un mundo propio. Y ese mundo propio hemos querido hacerlo grande, del tamaño de nuestro egoísmo. Y en su construcción no nos hemos detenido a pensar que destruimos el verdadero, el mundo que es de todos.

Pero basta, que sean suficientes, por ahora, estas palabras. Solo puedo desearte que no desfallezcas en la marcha. Que avances, incesante, porque el camino del saber es un camino largo, como el viaje hacia Ítaca. Que avanzar hacia esos puertos sea para ti una experiencia enriquecedora y asombrosa. Y que sólo pidas, obedeciendo a Cavafis, que el camino sea largo. 

Jhon Dayron Cárdenas

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